Un reciente estudio científico abordó la importancia de la genética a la hora de adquirir las primeras habilidades para caminar.
- Miles de bebés y sus genes
- Los hallazgos claves del estudio
- La importancia para la crianza
- Por qué se desaconsejan los andadores
- Entonces, ¿cuándo debería consultar a un pediatra?
Todos los padres y madres esperan con emoción ese gran hito: el primer paso autónomo de su bebé.
Es un momento simbólico, el inicio de una nueva fase donde ganan independencia y una perspectiva más amplia del mundo.

Pero, ¿qué determina cuándo ocurre ese primer paso? ¿Es solo la estimulación, la práctica, la nutrición?
Una reciente investigación arroja luz sobre un factor crucial que, quizás, no habías considerado tanto: ¡la genética!
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Miles de bebés y sus genes
Tradicionalmente, la investigación sobre el momento en que los bebés empiezan a caminar se ha centrado en factores ambientales como la nutrición, la cultura o la práctica.
Sin embargo, un equipo de investigadores del Reino Unido, incluyendo a la profesora Angélica Ronald de la Universidad de Surrey y la doctora Anna Gui de la Universidad de Roma Tor Vergata, se propusieron investigar el papel de la genética.
Realizaron un extenso análisis genético con datos de más de 70,000 bebés de ascendencia europea con el objetivo principal de identificar las variantes genéticas asociadas con la "edad de inicio de la marcha" (AOW).
Es decir, buscaban entender qué parte de la diferencia en la edad en que los niños caminan por primera vez sin ayuda se debe a influencias genéticas.
Los hallazgos claves del estudio
El estudio reveló que, efectivamente, la genética desempeña un papel considerable en el momento en que los niños dan su primer paso autónomo.
Aproximadamente una cuarta parte de las diferencias observadas entre los bebés en el inicio de la marcha se debe a las influencias genéticas estudiadas.
Los investigadores identificaron 11 regiones genéticas independientes que influyen significativamente en este hito del desarrollo motor.
Descubrieron que estos genes que influyen en la marcha se expresan en el cerebro. Parecen afectar el tamaño de las regiones motoras del cerebro y también el grado de plegamiento de la superficie externa del cerebro (la corteza).
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Si algunos de estos genes no funcionan bien, esto podría causar un retraso en el desarrollo, como tono muscular bajo y marcha retrasada o ausente en niños con síndromes genéticos raros.
Pero los hallazgos no terminaron ahí: los mismos genes que influyen en el inicio de la marcha también parecen desempeñar un papel importante en el desarrollo general del cerebro y afectar resultados posteriores.
Sorprendentemente, se encontró que caminar más tarde, dentro del rango normal, está genéticamente asociado con una menor probabilidad de desarrollar Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
También encontraron una relación entre la aparición más tardía de la marcha y los genes asociados a un mayor nivel educativo en la vida adulta.
Esto sugiere que el cerebro de los niños que caminan más tarde podría estar desarrollándose de forma diferente, quizás mostrando una mayor complejidad en su estructura, especialmente en zonas sensorio-motoras.
Sin embargo, los autores aclaran que esto no significa que caminar tarde sea "mejor" o "peor", simplemente diferente.
La importancia para la crianza
Este estudio tiene implicaciones importantes para los padres.
Primero y principal: normaliza la amplia variación en el momento en que los bebés dan su primer paso independiente.
El rango considerado normal es muy amplio, generalmente entre los 8 y los 24 meses (o 8 y 18 meses según otra fuente).
Que tu bebé empiece a caminar a los 10 meses no lo hace más inteligente, y que lo haga a los 16 meses no es motivo de alarma.
No hay una edad universalmente "correcta".
Lo más importante es entender que el momento del inicio de la marcha es influenciado tanto por la genética como por el ambiente.
Aunque la genética juega un papel considerable, factores ambientales como la nutrición y tener espacio para practicar el movimiento también son vitales para el desarrollo motor de los niños.
Esto implica que es poco probable que los padres puedan controlar completamente cuándo su hijo da el primer paso, ya que parte se deberá a su genética.
Por lo tanto, apresurar al bebé para que camine "antes" no solo es innecesario, sino que puede ser contraproducente.
No se trata de "entrenar" al bebé, sino de ofrecer oportunidades de movimiento adecuadas a su edad, sin forzarlo ni condicionarlo.
Ponerlos de pie antes de que su cuerpo esté listo puede generar tensiones musculares innecesarias.
La clave está en observar y respetar sus propios tiempos, sin compararlo con otros niños.
El rol del adulto es acompañar con confianza, seguridad y disponibilidad, habilitando espacios de juego libre y sin obstáculos.
Por qué se desaconsejan los andadores
En este contexto, los expertos desaconsejan cada vez más el uso de andadores.
Lejos de ayudar, pueden interferir en el desarrollo natural de la marcha y, lo que es más preocupante, representan un alto riesgo de caídas y accidentes.
No enseñan a caminar y pueden retrasar el aprendizaje y exponer al bebé a lesiones.
En algunos países, incluso han sido prohibidos por organismos de salud.
Entonces, ¿cuándo debería consultar a un pediatra?
Si bien este estudio normaliza la variación, es fundamental que los padres consulten a su pediatra o médico de cabecera si tienen inquietudes acerca de cuándo caminará su hijo.
Aunque el estudio resalta la base genética y pese a que siempre son recomendables las visitas periódicas (mensuales) con un pediatra durante los primeros años, sigue siendo crucial derivar a especialistas si un niño o niña no camina, por ejemplo, a los 18 meses.
Entender la base genética puede ayudar a explorar posibles motivos o ajustar expectativas, pero la observación clínica y el seguimiento pediátrico son insustituibles.