11 horas y 6 minutos. Es el tiempo exacto que falta para el momento de mi operación.
Hace dos meses asistí a la consulta médica previa y ahí mismo me realicé el único estudio prequirúrgico solicitado.
Pensé que iban a ser varias pruebas, que iba a estar toda la mañana de un laboratorio a otro. Incluso evalué llevar (por si acaso) un frasquito con la primera orina del día.
Pero no. El médico me pidió solamente un estudio de sangre.
Había asistido en ayunas pensando en la tracalada de estudios (que al final no me hicieron), así que aproveché para realizarme la extracción apenas dejé el consultorio.
Vasectomía: la consulta médica
Minutos antes, adentro de ese cuartito que es igual a los otros 139 que tiene la institución sanitaria, el cirujano me explicó que se trataba de un procedimiento de baja complejidad y que tenía la opción de hacerlo con anestesia local para dejar el sanatorio a las pocas horas, o utilizar anestesia total, que requería plazo más extenso para volver a casa.
Cómo ya estaba informado de antemano porque había leído bastante, y además tengo amigos y conocidos que ya se hicieron la misma intervención, no dudé en optar por la anestesia local.
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Me explicó en detalle cómo era la cuestión adentro del quirófano y resaltó que se trataba de un procedimiento irreversible y yo debía estar seguro de lo que iba a hacer.
«Por supuesto», contesté y le aclaré que se trataba de una decisión de a dos.
Me preguntó si alguna vez me habían operado. Le contesté que sí, pero había sido a los seis años, cuando me extrajeron una amígdala, y ahora tengo 40.
«Ah, entonces esto va a ser como una primera vez», dijo en tono de broma.
Me anticipó que luego de la operación podría hacer vida casi normal. «Sólo algo de reposo y mantener ciertos cuidados mínimos. Y no exponerse a golpes en esa zona por algunas semanas», indicó mientras en mi cabeza me decía a mí mismo: «Chau fulbito de los viernes».
La intervención sería efectiva recién a los 90 días. No debía confiarme y tras ese lapso era necesario comprobar los resultados a través de un conteo de espermatozoides.
Como sólo operaba una vez a la semana y había una alta demanda, recién podía agendarme un turno para dentro de dos meses. Una especie de temporada alta para este tipo de prácticas.
«Qué bueno, habla muy bien de los hombres», acoté.
Vasectomía: preguntas que aún rondan mi cabeza
Apuntamos la cita para la fecha libre del ‘doc’, firmé el consentimiento legal y me retiré a hacerme el análisis de sangre.
Mientras caminaba hacia la puerta de salida del sanatorio con el pinchazo en el brazo, pensaba lo sencillo que iba a ser todo.
Me preguntaba por qué todavía muchos prefieren que sus parejas se sometan a intervenciones más invasivas y riesgosas en lugar de poner ellos el cuerpo para contribuir a la planificación familiar.
Pensaba que tal vez los inmoviliza la falsa creencia de que la operación afecta la virilidad, el deseo o el desempeño en la intimidad. O quizás era por miedo. Porque es normal tener miedo ante una experiencia nueva y trascendental como esta.
Me acordé de lo rápido que crecen Benja y Juli. Y del día en que con mi esposa decidimos que ellos iban a ser nuestros únicos dos hijos.