Alrededor de los dos años, los niños inician una etapa crucial para su desarrollo: el amanecer de la independencia. Aunque puede ser agotador, entender por qué ocurre y cómo acompañarlos es clave para forjar su autoestima y seguridad.
- El origen del "¡Yo puedo solo!": ¿qué pasa en su cerebro?
- El desafío para los padres: paciencia, rutina y opciones
- Los “terribles” dos años: nueve estrategias para acompañar a tu hijo
Alrededor de los dos o tres años, muchos padres se sienten abrumados: el niño dulce y cooperativo parece haber sido reemplazado por un pequeño ser decidido, terco y con una palabra favorita: "no".
Esta fase, conocida coloquialmente como los "terribles dos" o la "etapa del no", marca un hito fundamental en su desarrollo: el descubrimiento de que son individuos independientes, distintos de sus padres.
Aunque desafiante, esta etapa es "sumamente necesaria y beneficiosa", ya que permite al niño adquirir competencias esenciales para la formación de una personalidad y un autoconcepto saludables.
El origen del "¡Yo puedo solo!": ¿qué pasa en su cerebro?
Esta explosión de independencia no es un capricho. Responde a una perfecta confluencia de avances en su desarrollo.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. (CDC), a los 2 años un niño ya alcanza hitos importantes que le dan las herramientas para querer explorar el mundo por su cuenta.
Ya puede correr, patear una pelota, comer con cuchara y subir escalones.
Su cerebro también está más desarrollado: es capaz de sostener algo con una mano mientras usa la otra, jugar con más de un juguete a la vez y señalar objetos en un libro cuando se le pregunta.
Este progreso motor y cognitivo se une a una mayor capacidad de observación e imitación.
Los niños ven lo que hacen los adultos y quieren replicarlo, sintiéndose físicamente capaces de asumir responsabilidades.
Además, su razonamiento, aunque inmaduro, les permite comprender que sus opiniones tienen valor y que pueden actuar según su propia voluntad.
El problema, y la fuente de muchas rabietas, es que su deseo de independencia a menudo supera sus capacidades reales.
Como explican desde Nemours KidsHealth https://kidshealth.org/es/parents/tantrums.html , los niños de 1 a 3 años "desean tener más independencia y más control sobre su entorno, de hecho, más de los que ellos son capaces de asumir", lo que genera luchas de poder y frustración.
Al no poder expresar verbalmente sentimientos complejos, esta frustración a menudo estalla en forma de rabieta, que es una parte normal del desarrollo infantil.
El desafío para los padres: paciencia, rutina y opciones
Para los padres, esta etapa puede ser agotadora, ya que los ritmos lentos y los intentos fallidos de los niños chocan con las prisas del mundo adulto.
Sin embargo, la forma en que se gestione esta fase influirá directamente en el progreso psicológico y emocional del niño.
La clave es actuar con paciencia, calma y conexión. Como aconseja la psicóloga Jennifer Delgado, "aceptar que los niños crecen y empiezan a ganar independencia puede ser difícil para algunos progenitores, pero es un paso fundamental en el desarrollo infantil".
Los “terribles” dos años: nueve estrategias para acompañar a tu hijo
Acá te ofrecemos nueve estrategias efectivas para acompañar a tu hijo en este proceso, basadas en las recomendaciones de expertos:
- Aceptá que las tareas irán más lento. Armá tu día con más tiempo. Si tu hijo insiste en ponerse los zapatos solo, respirá profundo y recalculá los tiempos. Es crucial acompañarlo en este proceso para que desarrolle su autonomía.
- Ofrecé opciones limitadas. Para evitar una lucha de poder, dale cierto control sobre cosas pequeñas. En lugar de preguntar "¿querés vestirte?", probá con "¿preferís la remera roja o la azul?". Esto fomenta su poder de decisión y cooperación.
- Evitar el "no" constante. Aunque a veces es necesario, intentá no recurrir a él todo el tiempo. En su lugar, enfócate en lo que sí puede hacer. Si quiere cortar verduras con un cuchillo peligroso, en vez de prohibir, enseñale a usar un pelador seguro y adecuado para su edad, diciéndole: "Vamos a hacerlo juntos, te muestro cómo".
- Establecé rutinas claras. Las rutinas ayudan al niño a saber qué viene después (por ejemplo, después de cenar, lavarse los dientes), lo que facilita que surja su iniciativa para hacer las cosas solo. Los CDC también recomiendan crear rutinas consistentes para la comida y el sueño para darles seguridad.
- Involucralo en tareas reales. Un niño de 2 o 3 años puede ayudar a llevar vasos de plástico a la mesa, poner su ropa en el cesto de la ropa sucia o guardar sus juguetes. Esto le hace sentir que contribuye, favoreciendo su confianza y autoestima. La ciencia confirma que los niños tienen una motivación intrínseca para sentirse útiles.
- Valorá el esfuerzo, no el resultado. Elogialo cuando intente hacer algo por sí mismo, independientemente de si lo logra o no. Frases como "¡mirá qué bien estás usando la cuchara!" refuerzan los comportamientos deseados. Celebrá cada pequeño logro, pues esto lo motivará a seguir avanzando.
- Permite el error. Es fundamental entender que se equivocará una y otra vez. Trata el error como una "oportunidad valiosa de aprendizaje" en lugar de un fracaso. Supervisá para garantizar su seguridad, pero no tomés el control por completo. Esto le va a ayudar a perder el miedo a fracasar.
- Ignorá la rabieta o berrinche (si es para llamar la atención). Si el berrinche surge porque no obtiene lo que quiere, mantené la calma y no cedas. Recompensar la rabieta solo le va a enseñar que esa estrategia funciona. Una vez que se calme, abrazalo y asegurale que lo amas.
- Confiá en tu instinto y consulta si es necesario. Los CDC enfatizan: "Vos conocés a tu hijo mejor que nadie". Si notás que tu hijo no alcanza ciertos indicadores del desarrollo, perdió habilidades que antes tenía, o si las rabietas son extremadamente frecuentes o intensas, no dudes en hablar con su pediatra.
Esta etapa de afirmación es una inversión a largo plazo.
Al permitir que tu hijo explore su independencia de manera segura, estás sentando las bases de una autoestima saludable, fomentando la responsabilidad y criando a un futuro adulto que confía en sus capacidades para enfrentar el mundo.