El vínculo entre arte y creatividad infantil potencia la imaginación, la expresión y la curiosidad. La OMEP, la UNESCO y los museos educativos argentinos destacan cómo los talleres y espacios culturales ayudan a los niños a aprender jugando y crear con libertad.
El arte es mucho más que una actividad recreativa para los niños: es una herramienta de desarrollo integral que estimula la imaginación, el pensamiento crítico y las emociones. Así lo sostiene la Organización Mundial para la Educación Preescolar (OMEP), que promueve el derecho al juego, la cultura y la creatividad como pilares del aprendizaje temprano.
En su marco de trabajo para América Latina, la OMEP subraya que “el arte es una forma de expresión y conocimiento tan necesaria como la palabra o el número”, y que las experiencias estéticas —como pintar, modelar, dramatizar o visitar un museo— “permiten a los niños descubrir su propio modo de estar en el mundo”.
El arte como derecho y como puente
La UNESCO también reconoce la educación artística como un componente esencial de la formación humana. En su Agenda Mundial de la Educación Artística, el organismo destaca que participar en actividades culturales y artísticas potencia el desarrollo cognitivo, emocional y social, además de fortalecer la identidad y la empatía.
“Las artes fomentan la creatividad, la curiosidad y la capacidad de imaginar soluciones nuevas”, señala la UNESCO, que considera la educación artística como “una vía para la inclusión y la cohesión social” en la infancia y la adolescencia.
Museos que invitan a crear
Los museos dedicados a la infancia y la ciencia en Argentina han incorporado en los últimos años una mirada participativa que va más allá de la observación. En el Museo de los Niños Abasto, de Buenos Aires, los espacios están diseñados para que los chicos aprendan jugando, construyendo y representando distintos roles sociales. “El museo es un escenario de aprendizaje libre, donde el arte y el juego se entrelazan para despertar la curiosidad”, explican desde su equipo pedagógico.
El Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, en tanto, ofrece talleres y visitas interactivas donde los chicos pueden experimentar con materiales, observar, dibujar y crear. Las actividades están pensadas para “acercar la ciencia y el arte como lenguajes complementarios que ayudan a comprender el entorno y expresarse con libertad”.
Cuando el arte se convierte en aprendizaje
De acuerdo con la OMEP, los talleres artísticos en la infancia estimulan múltiples dimensiones del desarrollo:
- Cognitiva, porque fortalecen la atención, la memoria y la resolución de problemas.
- Emocional, al permitir expresar sentimientos y canalizar tensiones.
- Social, al favorecer la cooperación, el respeto por la diversidad y la escucha.
- Cultural, al acercar a los niños a las manifestaciones artísticas de su comunidad.
Estas experiencias, explica la organización, son “formas de juego y conocimiento” que promueven aprendizajes significativos y duraderos, especialmente cuando se realizan en entornos donde los niños son protagonistas.
Una invitación a jugar con arte
La UNESCO propone que los sistemas educativos y las familias integren el arte en la vida cotidiana: no solo como materia escolar, sino como lenguaje vital. Las manualidades, la música, el dibujo y las visitas a museos fortalecen la curiosidad y la sensibilidad y, además, son momentos de disfrute compartido.
En palabras de la OMEP:
“El arte en la infancia no se enseña, se vive. Los niños necesitan tocar, transformar, imaginar, jugar con los materiales y con las ideas”.
En cada pincelada, en cada escultura hecha con cartón o en cada visita a un museo, el arte se vuelve una forma de descubrir el mundo y de encontrarse con los otros.
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