La amnesia infantil es un misterio que la ciencia todavía busca descifrar: ¿por qué no tenemos recuerdos de los primeros años de vida? Estudios recientes en neurociencia sugieren que los bebés sí generan memorias, pero estas se desvanecen o quedan inaccesibles con el tiempo.
El día en que nacimos, nuestros primeros pasos, las primeras palabras. Todos esos hitos fundamentales en la vida quedan fuera de nuestra memoria consciente. A esta ausencia se la llama amnesia infantil y, desde hace décadas, neurólogos y psicólogos intentan explicarla.
Según informó BBC News Mundo, se trata de una pregunta que todavía no tiene una única respuesta definitiva. Sin embargo, los avances de la neurociencia en los últimos años han permitido acercarse a algunas claves que explican este fenómeno universal.
¿Creamos recuerdos en la infancia?
El profesor Nick Turk-Browne, especialista en Psicología y Neurocirugía en la Universidad de Yale (EE.UU.), señala que el debate gira en torno a dos posibilidades:
- ¿Creamos recuerdos en los primeros años, pero después somos incapaces de acceder a ellos?
- ¿O, directamente, no llegamos a crearlos hasta cierta edad?
Durante mucho tiempo predominó la segunda hipótesis: que los bebés no almacenaban recuerdos porque su “sentido del yo” aún no estaba formado o porque no contaban con un hipocampo desarrollado —la región cerebral clave para consolidar memorias nuevas—.
El hipocampo duplica su tamaño en los primeros años de vida, lo que llevó a suponer que recién hacia los cuatro años los niños podían generar recuerdos estables.
Estudios recientes: un cambio de mirada
Sin embargo, un trabajo reciente encabezado por el propio Turk-Browne contradice esa idea. Su equipo mostró imágenes a bebés de entre cuatro meses y dos años mientras analizaba su actividad cerebral. Posteriormente, los investigadores comprobaron que muchos eran capaces de reconocer esas imágenes, especialmente los mayores de 12 meses, lo que indica que sí pueden formar recuerdos.
La clave, según este hallazgo, es que el hipocampo ya tiene la capacidad de codificar memorias alrededor del primer año de vida. La gran incógnita es qué ocurre con esos recuerdos más adelante: ¿desaparecen o quedan almacenados de forma inaccesible?
¿Dónde van esos recuerdos?
Los científicos aún no lo saben. Experimentos con animales sugieren que los recuerdos tempranos podrían “apagarse” con el tiempo, aunque se conservarían en el cerebro. En ratones, por ejemplo, se logró reactivar memorias olvidadas mediante estimulación artificial del hipocampo.
Esto abre una pregunta fascinante para la neurociencia: ¿es posible que los recuerdos de nuestros primeros años sigan ahí, aunque no podamos evocarlos?
Memoria y reconstrucción
Catherine Loveday, profesora de Neuropsicología en la Universidad de Westminster (Reino Unido), sostiene que los bebés sí generan recuerdos, especialmente cuando ya tienen lenguaje, pero estos se desvanecen con rapidez. Además, plantea que muchas veces lo que creemos recordar puede ser, en realidad, una reconstrucción elaborada a partir de relatos familiares o fotografías.
“Si alguien nos cuenta con detalle un episodio, el cerebro puede reconstruirlo como si lo hubiéramos vivido. Lo sentimos absolutamente real, aunque no lo sea”, explica Loveday en diálogo con la BBC.
Un misterio ligado a la identidad
Para Turk-Browne, la amnesia infantil toca un aspecto profundo: nuestra identidad. “La idea de que tenemos un punto ciego en los primeros años de vida desafía la manera en que pensamos sobre quiénes somos”, afirma.
Aunque la ciencia avanza, el misterio persiste. Lo que parece claro es que la incapacidad de recordar los primeros años no significa que no hayamos aprendido o sentido en ese tiempo: fueron justamente esas experiencias las que sentaron las bases de nuestra personalidad y de cómo vemos el mundo.
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