Las relaciones entre hermanos se transforman durante la adolescencia. Ya no se trata solo de jugar, compartir juguetes o pelear por quién se sienta adelante en el auto. A medida que avanza la etapa adolescente, estos vínculos pueden adquirir nuevas complejidades: aparecen la comparación, la necesidad de autonomía, los celos y también la posibilidad de ser un gran sostén emocional.
Expertos en desarrollo infantil y adolescencia coinciden en que, a pesar de los conflictos típicos de la edad, los hermanos pueden ser aliados fundamentales para atravesar esta etapa de crecimiento.

De la rivalidad a la complicidad
La psicóloga argentina Silvia Di Segni, especialista en adolescencia, señala que “los hermanos se convierten en espejos entre sí, con los que compararse, rivalizar y también confiar”. Esta convivencia de emociones puede generar tensiones, pero también oportunidades de crecimiento.
Un estudio publicado por el Child and Adolescent Mental Health Journal (2021) indica que los adolescentes que tienen una buena relación con sus hermanos presentan menos síntomas de ansiedad y depresión.
El vínculo fraterno, incluso con sus altibajos, puede ser una fuente de contención que complementa a los vínculos con padres y amistades.
Cambios normales en la adolescencia
Durante la adolescencia, cada hermano/a busca construir su identidad. Es natural que aparezcan diferencias marcadas, que se distancien y discutan más seguido. Pero también es una etapa en la que se pueden construir códigos compartidos, formar equipos ante situaciones familiares difíciles o simplemente compartir tiempo, desde una serie hasta una salida juntos.
La Fundación ANAR España (Ayuda a Niños/as y Adolescentes en Riesgo) destaca en sus materiales que fomentar el respeto mutuo entre hermanos es clave: “No se trata de que sean mejores amigos, sino de que aprendan a convivir, respetarse y colaborar. Estos aprendizajes se trasladan a sus relaciones futuras”.
El rol de las familias
Las familias cumplen un papel fundamental en la calidad del vínculo entre hermanos. Evitar las comparaciones, no asignar roles fijos (“la responsable”, “el rebelde”), repartir responsabilidades de manera equitativa y ofrecer espacios para compartir juntos son acciones que ayudan a fortalecer el lazo.
Desde Healthy Children, portal de la Academia Americana de Pediatría, recomiendan promover actividades compartidas no competitivas y respetar los espacios individuales de cada hijo o hija. También sugieren intervenir ante situaciones de violencia o descalificación persistente entre hermanos.
Claves para acompañar el vínculo fraterno en la adolescencia
- Fomentar el diálogo y la escucha entre ellos, sin forzar el vínculo.
- Validar las diferencias de intereses, personalidades y tiempos.
- Establecer normas de convivencia claras para todos los hijos e hijas.
- Generar momentos compartidos en familia que incluyan a todos.
- Observar sin intervenir siempre, pero estar disponibles cuando lo necesiten.
Testimonios reales
En un artículo publicado por BBC Mundo, adolescentes consultados expresaron que, a pesar de las discusiones, sus hermanos o hermanas son “personas que entienden cómo creciste, lo que pasaste en casa y a veces son más cercanos que tus amigos”.
Paula, de 16 años, contó: “Mi hermana mayor me peleaba todo el tiempo, pero cuando tuve una crisis de ansiedad fue la única que supo qué decirme. Creo que discutimos porque nos conocemos demasiado, pero eso también hace que nos cuidemos”.
Un vínculo que perdura
Aunque la adolescencia puede parecer un momento de mayor distancia entre hermanos, también es un tiempo fértil para sembrar un vínculo adulto basado en la empatía, el respeto y el cariño mutuo.
Como señalan desde el Harvard Graduate School of Education, las relaciones positivas entre hermanos tienen un impacto a largo plazo en el bienestar emocional. Por eso, acompañarlas durante la adolescencia puede hacer la diferencia.
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