Saber cuándo consultar al fonoaudiólogo es clave durante la primera infancia. Según la SAP y la ASHA, ciertos retrasos en el habla, dificultades de comprensión o falta de balbuceo pueden señalar la necesidad de una evaluación temprana. Qué observar y cómo acompañar el desarrollo del lenguaje.
Desde los primeros meses de vida, el lenguaje de los niños se desarrolla a pasos acelerados: balbuceos, primeras palabras, comprensión del entorno, gestos, interacción con quienes los rodean. Pero no todos los niños avanzan a la misma velocidad, y en algunos casos, un retraso en el desarrollo del habla o el lenguaje puede pasar desapercibido. Por eso, saber cuándo conviene consultar al fonoaudiólogo puede marcar una diferencia clave en su desarrollo.
Basadas en las guías de la SAP y de la ASHA, estas señales pueden indicar la necesidad de una evaluación especializada.
¿Qué es lo “normal” en el desarrollo del lenguaje?
Según la ASHA, los primeros años —desde el nacimiento hasta los 5 años— son fundamentales para el desarrollo del habla, el lenguaje y la comunicación.
Entre los hitos más comunes del desarrollo típico que suelen observarse:
En los primeros meses, el bebé reconoce voces, se sobresalta ante sonidos, imita entonaciones o ríe.
Entre los 6 y 12 meses, empieza a balbucear, emitir sonidos como “pa-ba-ma”, responde a su nombre o a estímulos sonoros.
Cerca del primer año ya puede decir palabras simples, reaccionar a su nombre, imitar sonidos y comenzar a comprender órdenes sencillas.
La SAP coincide en que la estimulación constante, hablarle al niño, narrar lo que ocurre, responder sus intentos de comunicación, favorece el desarrollo normal del lenguaje.
Cuándo conviene consultar a fonoaudiólogo
- Los especialistas coinciden en que conviene pedir una evaluación si, después del primer año, el niño presenta alguna de estas señales de alerta:
- No dice palabras simples hacia los 12–15 meses o tiene muy poco vocabulario hacia los 18–24 meses. Esto puede indicar un retraso del lenguaje.
- Parece no entender órdenes simples, no responde a su nombre o tiene dificultad para seguir indicaciones.
- No balbucea ni emite sonidos propios del desarrollo infantil durante el primer año.
- Sus sonidos son difíciles de entender o articula mal (falta de pronunciación clara, muchos errores de articulación).
- Tiene historial de infecciones de oído frecuentes, dificultades auditivas o antecedentes familiares de trastornos del lenguaje, estos factores pueden afectar el desarrollo del habla.
- Tras los 2–3 años, el niño sigue usando solo frases muy simples, tiene vocabulario muy limitado o problemas recurrentes de comprensión.
Además, la SAP advierte que mitos como “todos los chicos hablan tarde pero se ponen al día solos” pueden retrasar la consulta, y recuerda que la detección temprana permite una intervención más eficaz.
Qué puede hacer la familia desde temprano
- Hablarle al bebé desde recién nacido, describir lo que hacen, lo que ven, narrar rutinas. Esa estimulación constante ayuda.
- Leer cuentos, mostrar imágenes, cantar canciones: todo contribuye a la adquisición del vocabulario y al desarrollo auditivo.
- Evitar pasar largos ratos con pantallas en bebés y niños muy pequeños, ya que el contacto humano y el lenguaje compartido son insustituibles en los primeros años.
- Si notás alguna de las señales de alerta, no esperar “a ver si se desarrolla solo”: consultar con un pediatra y evaluar con un fonoaudiólogo puede ayudar mucho.
¿Por qué es importante la intervención temprana?
Cuando los trastornos del desarrollo del lenguaje no se detectan a tiempo, pueden tener consecuencias duraderas: dificultades en la comprensión, en la producción del habla, en la lectura, en la escritura, en la socialización y en el rendimiento escolar.
Por eso, tanto la SAP como la ASHA promueven la detección temprana y la intervención oportuna, idealmente durante los primeros años de vida, cuando el cerebro tiene mayor plasticidad.
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