La fatiga escolar en Argentina preocupa a especialistas y organismos internacionales. Según estudios de Unesco y lineamientos oficiales, el agotamiento académico aumenta por la sobrecarga de tareas, el estrés y la falta de descanso. Qué es, cómo detectarla y por qué se volvió un tema central en educación.
La fatiga escolar, un fenómeno cada vez más mencionado por docentes, pediatras y familias, refiere al agotamiento físico, emocional y cognitivo que experimentan niños, niñas y adolescentes debido a una combinación de sobrecarga académica, estrés, falta de descanso adecuado y, en muchos casos, condiciones escolares o familiares que dificultan el bienestar.
Aunque se manifiesta de distintas maneras según la edad, en Argentina crece la preocupación por su aumento, especialmente tras la pandemia y en un contexto donde las exigencias académicas conviven con rutinas intensas y, a menudo, poco tiempo libre.
Qué se entiende por fatiga escolar
La Unesco define la fatiga escolar como “la acumulación de cansancio derivado de jornadas extensas, tareas excesivas y prácticas educativas que no contemplan el bienestar integral del estudiante”.
Según los estudios del organismo sobre carga horaria y demandas académicas en América Latina, esta fatiga puede afectar no solo el rendimiento, sino también la motivación, la salud mental y la permanencia en la escuela.
En informes recientes sobre políticas educativas y bienestar estudiantil, la UNESCO advierte que “la sobrecarga de tareas extraclase reduce el tiempo libre necesario para el juego y el descanso, elementos esenciales para el desarrollo saludable”.
Esta advertencia es especialmente relevante para la primera infancia y la primaria, franjas etarias en las que el juego tiene un rol central en el aprendizaje.
Por qué aumenta la fatiga escolar en Argentina
Aunque el Ministerio de Educación de la Nación no utiliza oficialmente el término “fatiga escolar”, sí incorpora lineamientos actuales que abordan el bienestar educativo, el acompañamiento emocional y la necesidad de revisar prácticas que generan estrés excesivo.
En distintos documentos de política educativa y programas federales, como los lineamientos promovidos para la mejora de la experiencia escolar y la convivencia, se destaca que es necesario “favorecer entornos escolares saludables que reduzcan el malestar emocional asociado al estudio y promuevan el bienestar integral de los estudiantes”.
La combinación de varios factores explica por qué el fenómeno se vuelve más visible:
1. Sobrecarga de tareas y tiempos escolares extendidos
Los estudios de la UNESCO indican que en América Latina, incluida Argentina, las tareas domiciliarias siguen siendo una de las principales fuentes de estrés académico. El organismo señala que “el exceso de deberes tiende a aumentar las brechas de aprendizaje y agota a los estudiantes, especialmente a quienes no cuentan con acompañamiento familiar constante”.
2. Impacto postpandemia y pérdida de hábitos escolares
La UNESCO documentó que, tras la pandemia, muchos niños y adolescentes experimentan mayor cansancio, menor tolerancia a la frustración y dificultades para sostener rutinas prolongadas de estudio. Esto repercute directamente en la percepción de fatiga y saturación.
3. Mal sueño, uso intensivo de pantallas y menos tiempo libre
Si bien no es un fenómeno exclusivo de la escuela, las prácticas de sueño interrumpido y la exposición prolongada a pantallas afectan la atención, el ánimo y la concentración. Diversos estudios aludidos por la UNESCO destacan que “el descanso insuficiente aumenta el agotamiento escolar y dificulta el aprendizaje sostenido”.
4. Exigencias escolares que no siempre contemplan el bienestar
Los lineamientos de bienestar educativo del Ministerio de Educación reconocen que el aprendizaje se vincula estrechamente al estado emocional del estudiante. El Ministerio promueve el desarrollo de escuelas que prioricen “vínculos saludables, participación activa y cuidado del bienestar socioemocional”, señalando que estos factores reducen síntomas de estrés y malestar escolar.
Cómo se manifiesta la fatiga escolar en niños y adolescentes
Aunque puede variar según la edad, la UNESCO describe indicadores frecuentes asociados a la sobrecarga escolar:
- Cansancio persistente o desgano antes de ir a la escuela
- Dificultad para concentrarse o completar tareas
- Irritabilidad, llanto fácil o frustración ante actividades escolares
- Dolores de cabeza o malestar físico asociado al horario escolar
- Rechazo a la escuela o deseo de faltar
- Problemas de sueño
En adolescentes, la fatiga puede expresarse además como pérdida de motivación, ansiedad ante evaluaciones o desconexión emocional del proceso educativo.
Qué recomiendan los organismos internacionales y nacionales
UNESCO
En sus estudios sobre carga escolar y bienestar estudiantil, el organismo recomienda:
- Revisar la cantidad de tareas y privilegiar actividades pedagógicas significativas
- Incorporar tiempos de descanso y movimiento durante la jornada
- Promover escuelas que trabajen el bienestar emocional como parte integral del aprendizaje
- Fomentar la participación de los estudiantes en decisiones escolares que los afectan
- Integrar estrategias de enseñanza más flexibles y variadas
Ministerio de Educación de la Nación
Los documentos asociados a bienestar educativo promueven:
Estrategias de participación estudiantil y construcción de climas escolares saludables
“Escuelas que cuiden, contengan y fortalezcan emocionalmente a las infancias y juventudes”
Políticas que prioricen la salud mental y el acompañamiento en situaciones de estrés
Acciones institucionales que aborden de manera pedagógica el cansancio, el malestar o el desinterés escolar





